domingo, 5 de diciembre de 2010

Una cerda a mis pies

Hace tiempo que volví a trabajo de mi pater bastardo. Ese jo’ puta solo me tortura como si fuera el lazarillo de un ciego. Ahí sentadas todo el puto día jodidas y hasta los güevos. El muy cabrón encima no cruza las piernas. Al menos no me comerían los ácaros ni las pelusillas que se amontonan en esas inmundas oficinas. No vaya a ser que se provoque una torsión testicular. Perdonen por mi vocabulario pero si se encontrasen en mi misma situación hablarían igual o peor. 

¡Nueva amiga! ¡Nueva amiga!


El trauma se reduce a estar como un perro lazarillo ‘apollancada’ y en absoluta soledad. ¡Es un coñazo monumental! He decidido buscar alguna amigüita o algo que me distraiga y con quién pueda compartir mi amor y amistad. Allí encontré a una cerda teleoperadora. Mi pater bastardo habló de ella en su patético blog pero la pobre me narró sus vivencias en la oficina, la explotación y abusos a los que fue sometida y finalmente, entre sollozos conjuntos, compartimos experiencias afines. Sí, me sentí como una cerda pero sin teleoperar, que conste.

Hice unas fotos que comparto con todos ustedes:

La conocí por sus jamones y tatuajes

Enseguida surgió la amistad

No entiendo por qué se ató mis cordones a su cuello y saltó...

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